Las aves de caza en las fuentes catalanas

El ave de presa es el elemento central de la cetrería, cuyo empleo la caracteriza y diferencia de otras modalidades venatorias. Durante la Baja Edad Media, los cazadores recurrían a una gran variedad de estas aves, lo que les permitía capturar presas muy diversas en cuanto a tamaño, comportamiento o hábitat. Esta diversidad exigió a los cazadores medievales desarrollar un rico vocabulario para poder describir y referirse con precisión a cada una de las aves empleadas. Debe advertirse, además, que esta rica terminología iba asociada a una exhaustiva clasificación de las aves de caza según múltiples criterios, lo que permitía reconocer y diferenciar muchas de sus características.

Cada una de las lenguas medievales en que se expresaban los cazadores requirió su propio vocabulario técnico. En el presente documento ofrecemos una revisión general de las aves empleadas para la caza con sus denominaciones en catalán, a partir de diversas fuentes textuales en dicha lengua, fundamentalmente los tratados de cetrería, la documentación de archivo y la literatura. Recogemos aquí, de forma sintética, la mayor parte de los términos que en las mencionadas fuentes se refieren a las aves de caza, aunque debe advertirse que no se trata de un inventario exhaustivo, entre otras razones porque la permanente exploración de fuentes nos ofrece nuevos términos continuamente. En aras de una mayor claridad, y dado el carácter divulgativo del documento, tampoco recogemos todas las variantes ortográficas ni fonéticas que dichas fuentes nos ofrecen, limitándonos a la más frecuente –en ocasiones dos–, que ofrecemos de forma normalizada.

En primer lugar, nos referimos a las especies de aves empleadas. Debe advertirse, sin embargo, que el moderno concepto de especie no da lugar a una clasificación idéntica de estos animales a la de los cazadores medievales, distinguiendo estos, en ocasiones, como especies distintas lo que actualmente se considera una única especie. Los cazadores de lengua catalana, para referirse a la idea de especie, empleaban el término agre, que también era el término empleado para designar el nido de las aves salvajes en la naturaleza o a las parejas establecidas en un territorio; con este sentido, el término agre sería equivalente al castellano medieval muda. A continuación, presentamos los agres empleados para la caza según las fuentes catalanas.

Grifaut

La más grande de las aves empleadas para la caza era el (falcó) grifaut o grifalt, que corresponde al girifalte de los cazadores castellanos. Se trata del halcón de mayor talla que existe y es originario de las regiones más septentrionales de Eurasia y América, por lo que su obtención fue siempre muy difícil para los cazadores de latitudes mediterráneas, que solo podían conseguir ejemplares pagando enormes sumas a los mercaderes que los traían del norte de Europa, o bien cuando eran recibidos como regalo. Por esta razón, estas aves solo estaban al alcance de los más poderosos, reyes y grandes señores, quienes con frecuencia los enviaban como presentes diplomáticos. Además de sus cualidades para la caza, que les permitían capturar animales de gran tamaño como grullas o garzas, también fue reconocida y valorada por sus propietarios la belleza de estas aves, pues algunas de ellas eran casi completamente blancas.

Sacre

Muy semejante al anterior en sus características, pero de menor tamaño y tonos pardos, el (falcó) sacre –denominado igualmente halcón sacre en castellano– también era muy apreciado por sus cualidades para la caza. Sin embargo, su obtención era algo más sencilla y menos costosa que la del grifalt; los mercaderes los traían en gran número, principalmente de Candia (Creta), donde se capturaban en su paso migratorio, aunque ocasionalmente algunos ejemplares se capturaban en la península ibérica. Sin embargo, pese al reconocimiento de sus virtudes para la caza, tanto el sacre como el grifalt eran considerados falcons villans, debido, entre otras razones, a su carácter más arisco que convertía su adiestramiento y su manejo en la caza más complicado y exigente.

Pelegrí, munterí i barbaresc

Tres aves emparentadas y muy semejantes se contaban entre las más apreciadas por los cazadores en la Corona de Aragón, tanto por sus habilidades para la caza y su belleza, como por su buen carácter. El pelegrí era un halcón migratorio –denominado neblí por los cazadores castellanos– que nidificaba en el centro y norte de Europa y era capturado durante su estancia como invernante en los territorios del sur del continente, aunque también eran comprados a los mercaderes de Flandes, donde se capturaban en gran número durante su paso migratorio. Muy parecido al pelegrí, pero sedentario y nidificante en los territorios de la Corona de Aragón era el (falcó) munterí o gentil, denominado baharí en Castilla. Estos halcones eran tomados de los nidos o agres –que tenían su propietario– poco antes de volar. Por último, la variedad norteafricana de estos halcones era denominada (falcó) munterí barbaresc y también tagarot, denominación que tal vez fuera tomada de tagarote, término con que se referían a esta ave los cazadores castellanos.

Llaner

Algo menor de talla que las aves anteriores era el (falcó) llaner, del que también se distinguían la variedad europea y la norteafricana. La primera era denominada provençal en catalán y borní en castellano, mientras que la segunda recibía los nombres de tunicenc y alfaneque respectivamente. Se trataba de aves de menor valor económico y estima y eran empleadas habitualmente por cazadores de estatus social inferior, que además de disfrutar del ejercicio de la caza, obtenían carne para la mesa, pues se trataba de aves muy apropiadas para la caza de la liebre y la perdiz.

Otra ave mencionada en las fuentes catalanas es el (falcó) bastard y, según se explica en uno de los tratados conservados, se trata de un cruce entre sacre y provençal. Los autores castellanos también reconocían diferentes cruces entre halcones, que recibían el nombre de bastardo o entrecelí, dependiendo de las supuestas especies de que se engendraran. En lenguaje moderno se trataría de ejemplares híbridos y no podemos afirmar si, efectivamente, se trataba de ejemplares nacidos del cruce de dos especies diferentes o si se trataba de ejemplares de una especie que, dentro de su rango de variación morfológica, se asemejaba a otra especie por compartir algún rasgo. En realidad, la cuestión no resulta de gran importancia, puesto que lo relevante es la percepción e interpretación que hacía la sociedad medieval de su mundo.

Esmirle

Entre las aves de pequeño tamaño, una de las más apreciadas y empleadas para la caza era la que en castellano denominaban esmerejón y esmirle en catalán. Se trata de un diminuto halcón que nidifica en el norte de Europa y alcanza los territorios mediterráneos para pasar el invierno, momento en el que era capturado para su empleo en la caza. Fácil de adiestrar, el esmirle era capaz de capturar aves pequeñas y medianas,  proporcionando un vuelo muy acrobático y deleitoso.

Moixeta

Otro pequeño halcón, al parecer adiestrado para la caza solo en raras ocasiones, era el alcotán de los cazadores castellanos. Hemos podido determinar que esta ave, que había pasado inadvertida en las fuentes catalanas, era denominada moixeta. Las escasísimas menciones en las fuentes catalanas –consecuencia de su poco empleo en la cetrería–, junto con el hecho de que actualmente el término moixeta y sus variantes siga en uso para designar animales muy diferentes, ha dificultado la identificación del término empleado en la Edad Media para designar a esta ave. Aparece mencionada, por ejemplo, en Lo Somni de Joan Joan, del poeta valenciano Jaume Gassull:

Vist que tambe al menester,
los seus falcons
no spantaran ja molts agrons
car són moxetes
que scassament les busqueretes
o bequerudes
volar poran, segons les mudes
que tenen ja

Para expresar la vejez de los halcones y consiguiente limitación para la caza de las grandes garzas, los compara con las pequeñas moixetes (alcotanes), que apenas suponen una amenaza para las diminutas busqueretes (pájaros muy pequeños).

Todas las aves mencionadas hasta ahora eran reconocidas por los cazadores medievales como halcones, pues compartían una serie de rasgos morfológicos muy patentes, entre los que puede mencionarse uno muy distintivo, que es el de tener los ojos negros. Además, los cazadores de la Europa occidental emplearon otras dos aves de presa emparentadas entre sí, pero no consideradas halcones, y que también compartían entre ellas numerosos rasgos comunes, como el de poseer los ojos de color amarillo o anaranjado.

Astor

La mayor de estas dos aves era denominada astor en catalán y açor en castellano. Se trata de un ave presente y nidificante en toda Europa, propia de terrenos boscosos, en los que se desenvuelve perfectamente y donde construye su nido. Es un ave con grandes cualidades para la captura de presas muy diversas, pero cuyo vuelo de caza, normalmente breve, directo y a escasa altura, carece de la vistosidad del prolongado y aéreo vuelo de los halcones en la persecución de su presa. Por esta razón, a lo largo de la Edad Media se observa una pérdida de protagonismo entre reyes y príncipes, que fueron adoptando algunos de los halcones como aves predilectas. Se atribuía a los azores de cada región un distinto valor y cualidad, siendo los de Noruega los que se contaban entre los mejores.

Esparver

Similar al astor, pero de talla mucho menor, era el esparver, denominado gavilán por los cazadores castellanos. Fue un ave muy apreciada en la Edad Media y diversos tratados compuestos en catalán se refieren a ella con frecuencia, tanto para describirla, como para instruir sobre su adiestramiento y curar sus enfermedades. Además de sus cualidades para la caza de aves medianas y pequeñas, el esparver gozó de una fama de ave noble, plasmada y transmitida en diversas leyendas. Fue, además, el ave apropiada para las damas, que se deleitaban portando sobre su puño un ave ligera, pero de gran prestigio, y que les permitía incluso cazar cómodamente codornices u otras aves.

Machos y hembras

En todas estas especies de aves, las hembras son significativamente más grandes y fuertes que los machos, lo que las hacía, en general, más apreciadas para la caza, aunque, con frecuencia, machos y hembras de la misma especie se podían utilizar para la captura de animales diferentes, adecuando la talla de cada ave a la de su presa. Los cazadores empleaban el término prim, para referirse a un ave hembra, y el término terçol para el macho, equivalentes a prima y torçuelo de los castellanos. Así, en los documentos hallamos expresiones como «un astor prim», o «un grifalt terçol». Habitualmente, cuando las fuentes mencionan un ave concreta sin especificar prim o terçol, solía tratarse de una hembra, que, como hemos dicho, eran los ejemplares preferidos y más empleados. Cabe mencionar que algunos tratados medievales justificaban las denominaciones de prim y terçol –y sus equivalentes, muy similares, en otras lenguas europeas– en el hecho de que el primer huevo en eclosionar de un nido daba lugar a un ejemplar hembra y de mayor tamaño, mientras que el tercero producía un ave de talla pequeña y macho. Según esta interpretación, el segundo huevo en eclosionar daba lugar a un ave mediana que no era ni prim ni terçol. Uno de los más importantes tratados catalanes dedica un pequeño capítulo a estos «mijans astors». También resulta oportuno señalar aquí que el catalán, al igual que otras lenguas europeas, reservó un nombre propio para el macho del gavilán, que no se designaba mediante la expresión 'esparver terçol', sino con el término moscard. El desconocimiento de este vocabulario técnico tan específico ha impedido, en ocasiones, que los estudiosos de la literatura medieval interpretaran adecuadamente algunos pasajes de importantes poetas; tal es el caso del poema de Cerverí de Girona en que se hace referencia al «esperver» y el «moscart», que representan la dama y el caballero enamorado.

La edad de las aves

La edad de las aves de caza se contaba mediante el número de mudas, dado que estas aves renuevan completamente el plumaje una vez al año. Sin embargo, la referencia más habitual en las fuentes en relación con la edad es la que distingue las aves jóvenes hasta el primer año, de las que ya tienen más de un año y han completado la primera muda. A las primeras se les aplicaba el apelativo sor, mientras que a las segundas les correspondía el de mudat (normalmente en masculino, pues se calificaba falcó, astor, esparver, ocell). La justificación de esta clasificación de las aves de caza se basa en el hecho de que las aves jóvenes, antes de su primera muda, tienen un plumaje diferente, normalmente de tonos pardos o rojizos, lo que justifica el calificativo de sor, que precisamente designa ese color y que normalmente se aplicaba a las caballerías. Con la primera renovación del plumaje, las aves adquieren una librea diferente, que ya se mantiene después de todas las mudas posteriores, de modo que no es posible determinar la edad exacta a partir del tono del plumaje y por esta razón habitualmente solo se distinguía sor de mudat.

Edad de captura

Otra clasificación diferente es la que distinguía las aves según el estado de desarrollo o edad en que habían sido capturadas. Se trataba de una distinción muy importante, pues dependiendo del momento de la captura, las aves poseían unas cualidades diferentes que las caracterizaban durante toda su vida, requerían un manejo específico y las hacían más o menos aptas para la captura de determinadas presas. Así, el ave tomada del nido cuando es pequeña, antes de completar su desarrollo, se denominaba nienc, mientras que aquella tomada cuando había completado su desarrollo y comenzaba a volar por los alrededores del nido, se denominaba ramenc, término que hace referencia a las ramas de los árboles por las que revolotea. El halcón, azor o gavilán joven que se capturaba cuando ya había abandonado el nido y ya no dependía de los progenitores para su alimentación era denominado aranyenc, porque era capturado con frecuencia mediante una red denominada arany. Por último, cuando dicho animal era capturado ya con el plumaje de adulto –lo que significaba que tenía más de un año de edad– se denominaba mudat d'aire.

 

Procedencia

También distinguían los cazadores las aves por su procedencia, atribuyéndoles unas cualidades u otras dependiendo de su región de origen. Algunas de estas denominaciones de procedencia, como hemos visto, se constituyeron en el nombre genérico para la especie en cuestión, como provençal, tunicenc o barbaresc, dejando de señalar realmente la procedencia concreta de cada ejemplar de dicha especie. Sin embargo, otros gentilicios sí que conservaron el significado de precisar el origen concreto de los ejemplares y recoger, con él, las características propias de las aves de dicho lugar. Así, podemos destacar los falcons sards, originarios de la isla de Cerdeña, que eran munterins con características singulares que los hacían muy apreciados. Del mismo modo, las fuentes mencionan los astors noruecs y los consideran entre los más valiosos para la caza.

Proceso de adiestramiento

El proceso de adiestramiento del ave, desde su captura en estado salvaje, hasta que se completaba y era empleada con éxito en la caza, también dio lugar a una terminología específica que permitía precisar la fase del proceso en que se encontraba el animal. Así, el halcón recién capturado era calificado como brau o salvatge. A continuación, se debía trabajar para que perdiera el miedo al hombre y se habituara a posar tranquilo sobre su puño, etapa en que el halcón (u otra ave) era descrito como maner, dompde, asegurat o privat amb hom. También era necesario acostumbrarlo a portar el capell –denominado capirote en castellano– y al proceso de ponérselo y quitárselo. Cuando el halcón alcanzaba el estado en que aceptaba el mencionado instrumento que le cubría la cabeza sin intentar esquivarlo y sin quitárselo, se denominaba capeller.

Los halcones, tras su vuelo, eran recuperados por el cazador mediante un instrumento –confeccionado de cuero y plumas habitualmente– que simulaba un ave y se denominaba lloure (señuelo en castellano). Así, cuando el halcón ya había aprendido a acudir a la llamada mediante este instrumento y a posarse sobre él, era denominado llourer. El halcón –o azor o gavilán– que había completado su adiestramiento y había aprendido a capturar las presas se calificaba como afaitat, término que podía completarse con la especificación de la presa para la que había sido adiestrado: afaitat a perdiu, afaitat a agró, etc. Cuando un halcón u otra ave realizaba su cometido de la caza me forma especialmente adecuada y eficiente era calificado como bo o, incluso, como maestre.

En el momento de ir a cazar, el ave debía encontrarse bien alimentada, para poder volar con fuerza, pero con el hambre suficiente que la motivara a perseguir a su presa con decisión para alimentarse de ella. Para indicar que el halcón –u otra ave de caza– se encontraba en ese estado, se decía que estaba temprat y conseguirlo requería de una gran pericia en el cazador o halconero. Todos estos términos que describían el estado del adiestramiento del ave y su preparación para la caza eran modulados habitualmente para mayor precisión: ben temprat, ben afaitat, mal llourer, etc.

Aunque no siempre, con frecuencia cada halcón era adiestrado para la captura de una presa específica, lo que llevaba a calificar al ave por su especialización. Así, en las fuentes encontramos con frecuencia términos como agroner, gruer, picacer, ostarder para referirse a los halcones bien adiestrados para la captura de agrons (garzas), grues (grullas), picarasses (urracas) y ostardes (avutardas) respectivamente. Los halcones especializados en la caza de liebres o de perdices, con más frecuencia eran denominados bo de llebre y bo de perdiu.

Características particulares

Por último, las aves de caza también recibían nombres que especificaban alguna característica particular, bien física, bien de comportamiento. Así, entre las primeras, las fuentes ofrecen referencias a falcons grans o comunals, para especificar el tamaño, o a un falcó blanc (o blanquet) para indicar que determinada ave tenía un plumaje más pálido de lo habitual. Algunos de los términos que localizamos para caracterizar el comportamiento de ciertos ejemplares son los de cridador y garfer. Estas dos características –la tendencia a piar o chillar frecuentemente y la de atacar al cazador con las garras– se daban habitualmente en las aves tomadas de los nidos (niencs) y criadas a mano por el hombre, y era algo perfectamente conocido por los cazadores medievales, como lo es por los cetreros modernos; tanto unos como otros interpretaron dicho comportamiento según su paradigma científico y desarrollaron estrategias para evitar esta característica negativa de las aves. Otro comportamiento no deseable en el ave de caza era que no acudiera a la llamada del cazador, que no le permitiera acercarse o que huyera de él, haciendo su recuperación una tarea complicada y tediosa. Dicho comportamiento, debido normalmente a un adiestramiento deficiente, llevaba a calificar como esquiu o rodador al halcón, azor o gavilán en cuestión. El término rodador hacía referencia al hecho de que el animal volaba alrededor del cazador, en tornos, pero sin acudir a su llamada ni dejarse recoger. Por el contrario, era calificado frecuentemente como ardit el halcón que atacaba con decisión y capturaba presas fuertes o peligrosas, que normalmente le superaban en tamaño.

Como puede apreciarse en las líneas precedentes, los cazadores medievales desarrollaron un rico lenguaje para describir las múltiples características que podían reconocerse en las aves de caza atendiendo a múltiples criterios. En este documento se ha ofrecido una visión general bastante completa, aunque sin pretender exhaustividad, de las diferentes clasificaciones de las aves y los términos asociados a partir de las fuentes medievales catalanas.

Universidad de Alicante
Institut interuniversitari
Universitat de Valencia
Institut Lopez Piñeiro